A Piero le diagnosticaron trastorno del espectro autista (TEA) a los dos años y medio. Sus padres decidieron buscar un diagnóstico cuando notaron algunos comportamientos preocupantes: Piero se negaba a comer, subsistía solo con leche y no quería usar una chaqueta ni siquiera con una temperatura de 30 grados. El diagnóstico fue un momento difícil para sus padres, que nunca habían imaginado ni considerado esta posibilidad.

Con el apoyo y los recursos disponibles, las cosas empezaron a mejorar. Al recibir el diagnóstico, los padres de Piero comenzaron de inmediato a buscar opciones de terapia. A pesar de saber muy poco sobre el TEA, investigaron diligentemente y se pusieron en contacto con profesionales para comprender más sobre la afección y lo que podría depararle el futuro a Piero. Su objetivo principal era que Piero se volviera independiente y capaz de gestionar las tareas cotidianas. No les preocupaba si se convertiría en médico, abogado o ingeniero; solo querían que fuera feliz y autosuficiente.

La madre de Piero a menudo se preguntaba por su futuro, preocupada por lo que sucedería cuando creciera. Ahora que Piero ha crecido, se siente tranquila y segura de que estará bien.

La trayectoria de Piero está llena de las cosas que ama: chocolate, paletas, tequeños y panquecas. Disfruta jugando con sus hermanos, sus peluches, su iPad y pasando tiempo en la piscina. Su historia es una de las muchas que demuestran el poder de la intervención temprana, la investigación dedicada y el apoyo incondicional de una familia amorosa.